A mis doce años había perfeccionado mi habilidad en los juegos de maquinitas (arcade), era un experto y en ese entonces se podía conquistar la máquina con una choca (veinticinco centavos) en cuanto regresaba de la escuela veía el momento oportuno para escaparme e introducirme en ese mundo vulgar, pecaminoso, ruin, mezquino y todo lo que se les ocurriera a mis papás, no los culpo siempre han sido cristianos conservadores y además donde se encontraba ubicado el local de maquinitas se escuchaba (y en ese entonces no era tan común como ahora) que vendían mariguana.
Un martes cualquiera, había conquistado dos veces la “The king of fighters 2002” (y eso que no usaba a Rugal) y no era suficiente, ese día llevaba un quetzal ya había jugado “Metal Slug” y me quedaba una choca. Así que la introduje, cayó en algarabía metálica, escuché el sonido de inicio que me erizaba la piel, me disponía a elegir a Kula, mis manos calentaban en movimientos con la palanca, mi adrenalina estaba a tope, cuando por la ventada que daba a la calle observo cómo se acerca mi papá y en una parsimoniosa, letal y muy conocida maniobra, se enrollaba parte del cincho en la mano. Por toda la calle me fue pegando casi como los castigadores de Jesucristo en la película de Mel Gibson.
Nunca volví a ese lugar, pero el recuerdo me volvió hace unos días cuando se inauguró un mural con la temática del coronavirus, el joven pintor se llama Valerio, con apenas 19 años, sin ninguna ayuda de parte del gobierno o alguna entidad privada, realizó el mural por el simple placer de pintar. ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra?, pues el local de maquinitas era de la mamá de Valerio y aunque sea un tanto a la fuerza mi catarsis, ese niño que fue humillado y golpeado por jugar, sabía en el fondo que un buen futuro no dependía de ese tipo de reprensiones, Valerio creció en ese ambiente, y es ahora un gran artista, a su corta edad es una inspiración para muchos jóvenes, como decía Jean-Paul Sartre “Cada hombre tiene que inventar su camino” en eso estoy de acuerdo, o como dijo Vicente Fernández, si bajo el lodo a veces hay diamantes, tomando en cuenta que en esta analogía la cosa es sin ofenderme a mí mismo.

Fotografía de Danilo Ramírez
Como dije es una catarsis a la fuerza, pero válida, yo logré perdonar a mi papá, que sin exagerar ese día marcó la separación de ambos, y me alegra mucho que el arte me hiciera conocer a Valerio y por ende lograr mi catarsis, en conclusión, no le dé verga a sus hijos, mejor re-direccione sus habilidades, introdúzcalos a la ciencia y el arte, si le va a meter una religión que no sea de manera fanática, cómprele libros pero dele el ejemplo de leer, al final lo único que podemos hacer es darle las mejores herramientas a nuestros hijos, sobrinos, nietos. Y por el amor de los suyos… deje de perder su tiempo en las redes sociales, mejor vaya a jugar a las maquinitas. (No “Free fire”, esas son güecadas) ¡Ah! Si pues, Valerio me comentó que le tiene miedo a los characoteles, pero no al coronavirus.