La diferencia entre reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos o reformar todo el sistema democrático.
Si lo analizamos fríamente, en la actualidad el único derecho democrático que asiste al ciudadano es el voto. Una repetición cada cuatro años del mismo teatro de terror electoral donde el ciudadano se ve compelido a “elegir” entre el sida, herpes o cáncer que nos gobierna. Parecería decir, a ver mucha píntenle la nueva cara al viejo monstruo…
Fuera de este supuesto derecho, el resto de instancias y mecanismos para la expresión de la voluntad ciudadana están cerradas. ONG’s financiadas según intereses y ahora criminalizadas con una ley que permite la persecución de aquellas que no compartan la visión de la elite gobernante. Partidos políticos privados que no permiten la expresión ciudadana al interno de dichas asociaciones, ya que no se puede incomodar al dueño. Alcaldías copadas por el crimen organizado, hay de aquel que se atreva desafiar al alcalde. Y un congrueso con minúscula y una “u” de mas, donde nos mareamos de ver a nuestros quetzales volar “más que el águila real”. En fin, una insatisfacción con la forma como el sistema concebido por los constituyentes mutó a un Frankenstein verde.

Fotografía de Danilo de Jesús Ramírez
Cero protagonismos para Juan Pueblo, pagar impuestos para financiar la corrupción eso sí y votar cada cuatro años por los mismos, para que sigan haciendo lo mismo. El sistema oligárquico ruso replicado a la tortrix, donde un funcionario de tercera categoría que maneja los contratos de carreteras se ha convertido en el primer oligarca nacional.
¿Dónde quedo la rendición de cuentas?
De qué sirve el famoso presupuesto abierto si al final de cuentas ponen lo que se les da la gana y hacen cuanta transferencia ilegal se les place. ¿Dónde está la fiscalización de la contraloría? ¿O del congrueso?
Al final de cuentas el sabor que quedó, es que la democracia fue incapaz de proteger a los ciudadanos de los devastadores efectos de la intromisión de los intereses políticos a todo nivel de la estructura pública, derivando en la notoria incapacidad del Estado para responder a las necesidades ciudadanas, quedando únicamente la percepción de galopante corrupción, clientelismo, oportunismo, improvisación y desinformación. De la Educación, Nutrición, Salud, Infraestructura o Seguridad Ciudadana, ¡NADA..! cero total.
Ante este panorama una simple reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos resulta evidentemente inútil. Lo que necesitamos es una reforma democrática hasta el tuétano, tirar toda la carne podrida y regenerarnos. ¿Pero cómo hacerlo?

Fotografía de Danilo de Jesús Ramírez
Difícil respuesta… sin embargo, ahora que la guerra en Ucrania dejó de ser sensación, lo que sí es necesario es estudiar cómo ese país tan lejano es tan parecido a nosotros y ya nos dio el ejemplo a seguir hace casi veinte años.
Ucrania, un país gobernado igual que Guatemala, con intereses políticos privados por todos lados hizo crisis en 2004. Y la respuesta de la ciudadanía fue lograr lo que se conoce como Revolución Naranja, donde después de que el pueblo mostró contundentemente su rechazo al sistema político imperante y a continuar con elecciones amañadas, lograron repetir las elecciones con candidatos viables en una justa electoral abierta. Y a pesar de esto, hubo una recomposición del sistema entre 2010 y 2014, al igual que sucede en nuestro país desde el 2017. Y esto volvió a exacerbar los ánimos de la población lo que desembocó en el llamado Euromaidan o Revolución de la Dignidad donde se logró la destitución del presidente y el retorno a un sistema parlamentario abierto. Lo demás es historia…
En Guatemala los ánimos están muy caldeados y los políticos demasiado sordos. La población no es ciega ni muda. Con tiempo y a tiempo los cambios deben darse pacífica y ordenadamente. Señores políticos HOY ES CUANDO…