El ex vicepresidente Cabrera aplaude durante la toma de posesión de A. Giammattei Falla. Fotografía de David Toro

Es tradición que el gobierno de turno pacte con los posibles ganadores de las siguientes elecciones para protegerse de la persecución penal en contra de sus funcionarios corruptos. Para asegurarse la lealtad de los sucesores, recurren a una serie de artimañas como adjudicarles a los alcaldes y diputados diversas obras. Adicionalmente, reparten láminas, herramientas, víveres o transferencias monetarias por medio del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación o del Ministerio de Desarrollo Social. Durante la entrega de estos regalos, se hacen presentes los candidatos o mandan a decir con sus delegados que van de parte de tal o cual partido para que la gente vote por ellos.

Otro fenómeno, cada vez más recurrente, es el de inscribir varios partidos y comités cívicos para postular a más candidatos con los que esperan tener mayores probabilidades de ganar diputaciones y alcaldías. Pero, dado que hay 27 partidos inscritos y otros 22 comités en formación que aspiran a participar, el voto estará tan diluido que se necesitarán menos votos para pasar a segunda vuelta en elecciones presidenciales. En el intento por obtener diputaciones, los partidos nuevos se jugarán su sobrevivencia.

Se están formando partidos dirigidos por funcionarios, exfuncionarios y otras figuras prehistóricas cuyo objetivo sería unirse en una aplanadora dentro del Congreso para bloquear o pasar leyes que protejan sus intereses. Nada que no hayamos visto antes, pero no tan fácil esta vez.

Se vislumbran al menos tres grupos importantes que utilizarán la estrategia de meter diputados por medio de partidos satélites. Eventualmente, son partidos utilizados como reserva en caso de que los titulares sean cancelados o tengan inconvenientes para inscribir candidatos. A estos partidos los llamo “Perros de Reserva”, en alusión a la famosa película de 1992 dirigida por Quentin Tarantino, la cual narra cómo unos criminales que se identifican por colores son contratados para perpetrar un robo. Los mafiosos no se conocen entre sí, por lo cual terminan traicionándose y matándose entre ellos. La semejanza surge de observar a tantos partidos políticos identificados por múltiples colores, aunque sin ideología, que se disputan un botín, compiten por los mismos votantes y se terminan aniquilando en el intento.

Diferentes agrupaciones están siendo promovidas por ex funcionarios del gobierno de Jimmy Morales, muy cercanos a FCN-Nación y a Giammattei, quién ha sido fiel garante de su impunidad; entre ellos, los dirigidos por los Melgar Padilla y Velázquez Monje. Otro grupo importante es el que reúne seguidores de Sandra Torres, incluyendo al partido NOSOTROS dirigido por su yerno. El tercer grupo lo constituyen partidos afines al partido oficial VAMOS, que aglutina a UCN, PAN Y CAMBIO, este último formado por los hijos de Manuel Baldizón quienes han declarado ser amigos cercanos al presidente y su “ahijado”.

Al parecer, ha llegado el momento de soltar a los perros de reserva de la partidocracia nacional. En redes sociales hacen alarde de su fuerza política en multitudinarias asambleas departamentales repletas de acarreados que de leales tienen muy poco, porque en uno u otro evento se repiten las mismas caras de pseudo líderes comunitarios. Se les ve agitando las banderas en supuesto apoyo de quien les paga el almuerzo. A todo esto la ciudadanía se pregunta, ¿en dónde está el TSE?

El Tribunal Supremo Electoral muestra preferencia por unos partidos mientras que a otros le aplican todo el peso de la ley. Las asambleas de afiliación son el pretexto para la campaña anticipada en la que se vitorea a los potenciales candidatos. Se realizan en lugares públicos muy lejos de las sedes de sus partidos. Lo que sabemos de cierto es que se percibe un imparable fraude electoral, pero también se respira una calma tensa antes de la tormenta.

La alianza de partidos que durante tres años ha votado junto al partido oficial está a punto de terminar. A esos diputados solo les resta aprobar el presupuesto desfinanciado que el Ejecutivo les enviará en unas semanas. Además, intentarán aprobar un combo de leyes, unas más dañinas e inconstitucionales que otras, para cumplir su parte y -acto seguido- recibir su pago justo a tiempo para procurarse la reelección.

La película es la misma. Los actores cambian de nombre y color para repartirse un botín cada vez más grande. Aunque es posible que los perros de reserva terminen aniquilándose, también es posible que una ciudadanía cansada de tanto despojo los meta en una jaula. Falta ver si la conciencia ciudadana despierta, antes de que acaben con el país.