Ahora que terminó el estado de calamidad, la gente se pregunta bajo qué reglas sigue la vida. Simple mi querido Watson: La plena vigencia de la Constitución y el pleno goce de los derechos que esta garantiza. Sin excepción; sin amenazas y sin garrote.

Fotografía de Edgar Tuy
Sin embargo, dos días después que terminó el estado de calamidad, a los hermanos de oriente les zampan el “estado de prevención”, volviendo a violar sus derechos con el dizque excusa de la caravana de migrantes hondureños.
Bares sin guaro y gimnasios sin clases, solo nos falta cines sin películas
Y los que nos creemos libres, no nos hemos dado cuenta que con el garrote del código de salud y sus regulaciones bajo amenaza del código penal estamos y seguimos igual de jodidos. Uso universal de mascarilla o multa de 6 mil quetzalucos.
¿Qué hacen los miles de estudios de danza, de yoga, dojos de karate, gimnasios de box sin clases grupales?
Imagínese que usted va a un restaurante, tiene la dicha de poder comprarse una botella de vino a las 8:30 para que se la vendan legalmente, el restaurante anuncia que a las 9:00 cierra la venta de licor y a las 9:30 llega la policía y lo encuentra con la botella de vino en la mesa. ¿Van a cerrar el restaurante? ¿Lo van a conducir a usted por estar tomando fuera de la “ley seca”? Y peor si esta sin mascarilla.
Es una soberana idiotez querer gobernarnos con el código de salud. Y con una ley seca sin proporciones. Solo un ciego no puede ver que la vida nocturna tiene una sola gasolina, el guaro. Al restringir la posibilidad de la venta de licor ¿de qué sirven bares y restaurantes abiertos?
Eso sí, no duden que los retenes para la “prueba de alcoholemia” estarán a la orden del día y que por supuesto “todo se puede arreglar”.
Ahora se acabó la calamidad, viene la era de la extorsión universal