De nada sirve inundar con químicos y “agüitas mágicas” los lagos para purificar sus aguas, si los contaminantes de todos modos siguen llegando. Hace unos años se indicaba que: “una ciudad limpia no es la que más se barre, es la que no se ensucia”. Llevando estos enunciados a los problemas ambientales, sobre todo al tema del agua, se propone que la principal forma de preservar las aguas en el país, consiste en no permitir que en ellas se viertan contaminantes.

Cerro «Nariz de Indio», Lago de Atitlán , Sololá. Fotografía de Carlos Alonzo
Los desagües de la ciudad capital, vierten sus aguas en los ríos que desembocan en el lago de Amatitlán y en el río Motagua. En estos viaja la basura y desechos sólidos, desechos industriales, nutrientes, aguas residuales, heces fecales, cianobacterias, contaminantes químicos, aceites de motores, residuos radioactivos y sedimentos. Algunas empresas vierten sus contaminantes en estos ríos, y no toman conciencia del daño que ocasionan, los cuales constituyen delitos. Tampoco existe auditoría que sancione al sector privado por verter contaminantes en las corrientes que contaminan las aguas. Se recordará el ecocidio provocado en el río La Pasión, en los primeros meses en 2015, por los químicos vertidos por la industria de la palma africana. Murieron miles de peces a lo largo de más de 140 kilómetros. Las comunidades de sus riveras fueron afectadas por la contaminación y se puso en peligro su principal medio de vida: la pesca.
La erosión, introduce al lago de Amatitlán sedimentos, y no existen controles para evitarla. Camioneros extraen arena para construcción en los ríos, produciendo corrientes saturadas de materiales que van a dar al lago y se produce el asolvamiento, tapando u obstruyendo el paso del agua. A ese lago le entran estos materiales y su profundidad ha disminuido, por lo que se prevé que, en un corto tiempo, se convierta en un gran pantano. Tampoco existe alguna norma que haga obligatorio, que cada municipalidad ubicada en la Cuenca del Lago, cuente con su propia planta de tratamiento, antes de que los contaminadas entren al lago. Se debe mencionar que los cinco principales lagos de Guatemala, están contaminados con basura y otros residuos. El Lago de Atitlán ya corre la suerte del lago de Amatitlán.
Se trata de no permitir que los desechos sólidos, plásticos o los que sean, lleguen a las corrientes de agua o lagos. Las plantas de tratamiento a medio camino y las bardas, no son la solución al problema, porque los contaminantes químicos se desplazan en las corrientes. “Se debe impulsar un proyecto que considere no verter aguas residuales en los lagos, o en las aguas que desembocan en el mar”.

Fotografía de Carlos Alonzo
Para complicar más esta problemática, se debe agregar que Guatemala se encuentra situada en una región, altamente susceptible a desastres naturales, y es altamente vulnerable a los terremotos, erupciones volcánicas, y es blanco de los huracanes que se forman en la temporada de lluvias en el Océano Atlántico y el Pacífico. Como consecuencia, se provocan inundaciones, sequías, deslaves, destrucción de la infraestructura y viviendas, así como la pérdida de cosechas y muerte de animales domésticos.
Ese problema y otros relacionados con la salud, son ampliamente conocidos, porque el país, está sobre-diagnosticado, pero los correctivos no se ven por ningún lado, y muchas veces los gobernantes no tienen una visión de largo plazo ni del entorno. Ello para considerar que se gobierna para todos los grupos sociales y significa, construir el país del presente y futuro, donde se alcance el bienestar y el desarrollo de la sociedad, en un ambiente sano.
Por las dimensiones del problema y por sus efectos nocivos, se debe ser radical para impulsar una política ambiental, que garantice una buena salud a los guatemaltecos, preserve el entorno donde se vive y garantizar una vida digna a las futuras generaciones. La degradación ambiental avanza inexorablemente en Guatemala, sin que existan las medidas o las políticas necesarias para detenerla.
Conociendo estas características del país, las medidas gubernamentales no deben ser ni superficiales ni temporales. Se debe impulsar políticas multiinstitucionales, multidisciplinarias, y aprovechar las experiencias de la comunidad internacional como asesoría y apoyo, que, en su medio, enfrentan estas y peores situaciones ambientales. El 95% de las aguas nacionales se encuentran contaminadas, su purificación no se puede abordar con medidas aproximadas ni políticas tibias. El Estado no cuenta con los recursos necesarios, pero esto no debe ser una justificación, ni servir de excusa para no emprender medidas. Se puede impulsar de a poco y por varias administraciones, con una política de continuidad, pero llegando a enfrentar la amenaza. No se puede seguir ensuciando el país, es el único que tenemos.

Fotografía de Carlos Alonzo