Ante la coyuntura en nuestro país, y con las lecciones que una pandemia nos deja, aún tenemos la oportunidad de cambiar el descarrilado destino que se nos viene encima. Hoy más que nunca estamos sentando las bases sobre las que crecerán las nuevas generaciones, una gran responsabilidad a la cual no podemos rehuir. Hay países como Alemania que han demostrado que después de una devastación de término militar lograron el éxito económico. Para que el modelo del progreso funcione hay que acabar con la corrupción, esa elección infiere directamente sobre la pobreza o prosperidad de nuestra nación.
Tenemos la ventaja aún de poder elegir ser un país próspero o pobre, en tiempo pasado esto no era posible, porque todo dependía de los recursos de cada nación, de sus alianzas y fuerza militar y otros factores con los cuales no todos contaban. Pero hoy, estamos conscientes de que, creando y promoviendo políticas de empleo y el fortalecimiento económico del país, podríamos comenzar a dar los primeros pasos hacia un futuro esperanzador.
Sabemos que todo esto representa un gran reto y que hay muchos males muy arraigados que necesitan ser extirpados, como la corrupción específicamente; es el momento de empezar con dicha transformación social un Estado democrático donde se cumplan tres características: la autonomía y supremacía del sistema justicia, la existencia de derechos fundamentales e inclusivos en este tema y protección de esos derechos por instituciones independientes. Los órganos como la Corte de Constitucionalidad y Corte Suprema De Justicia, se deberían de distinguir de otros organismos por el hecho de que sus miembros son independientes, y sólo están sometidos a la ley y no coexisten bajo amenaza de ninguna clase, tales como destituciones, reelecciones o traslados.

Fotografía de Simone Dalmasso
El rol de los líderes políticos en esta coyuntura
Ellos representan a los principales debilitadores de nuestra economía, de nuestro sistema de justicia, son los detractores de las reformas que le darían el rumbo correcto a esta nación. Hoy pretenden ser impunes, intocables, intachables, eternizarse en el poder; Y no solo eso nos quieren enterrar vivos ante su descomunal e imparable avaricia de la cual, no quieren dejarnos salir nunca.
Los aliados oficialistas en el Legislativo están jugando sucio como en la chamusca, tirando la pelota afuera, ganando tiempo para poder consolidar su mafioso plan, la Fiscal General jugando a David y Goliat con el tío Sam, el presidente más perdido que la selección de futbol, y ahora con los conflictos que se están generando en la Corte de Constitucionalidad (CC) todo esto solo crea desconfianza y es negativo para atraer inversionistas. La situación guatemalteca es una debacle por donde se la mire. La caída de la economía será más fuerte si no se toman cartas en el asunto, la institucionalidad guatemalteca está agonizando.
La implementación de las reformas constitucionales relacionadas con la economía, hoy más que nunca, son de mayor importancia para el destino de Guatemala. Sólo con instituciones fuertes podrá hacerse realidad el impulso del desarrollo que se traduzca en bienestar para la mayoría de los guatemaltecos.