FOTOGRAFÍA DE FERNANDO CHUY
Los guatemaltecos votan, pero no eligen. Los dueños de los partidos políticos, sus patrocinadores y financistas, generalmente son los terratenientes, grandes oligarcas y empresarios, que han decidido por siempre el funcionamiento de su sistema político. Son los que asignan cada candidato para ocupar determinados cargos públicos y no aceptan a ninguno que profese una ideología contraria a la propia, democrática y menos de izquierda. La elección la realizan ellos, participan y juegan con varios partidos, a los que promueven en la contienda electoral para dar a sensación de democracia. Sin importar quién gane las elecciones, este llegará a defender los intereses de esas clases dominantes. La población asiste a la contienda a votar por los candidatos que decidieron los dueños del poder económico.
Todos los candidatos, sobre todo a la presidencia de la República, creen que de ganar las elecciones llegarán al Poder. Pero se equivocan, el Poder en Guatemala es económico y lo poseen los grandes dueños del capital, que deciden políticamente cómo debe funcionar su Estado. Los ganadores no tienen permiso ni la libertad de impulsar reformas, cambios profundos ni estructurales, porque iría en contra de los intereses de esos grupos de poder. En todo caso, la presidencia y la institucionalidad pública, es solamente la Administración del Estado, que tiene fecha de caducidad y se cambia cada cuatro años.
Las reglas electorales no necesariamente indican la existencia de una democracia, algunas de las peores dictaduras de Guatemala y el Estado Autoritario, se impusieron por medio de las elecciones. La democratización de una sociedad, por tanto, va mucho más allá del ejercicio electoral. Una sociedad es democrática cuando el conjunto de sus instituciones políticas, sociales, económicas y culturales se regulan de conformidad con los valores y principios, que benefician a las mayorías. Estas instituciones funcionan para los fines que fueron creadas, promueven el Estado de Derecho, los Derechos Humanos, generando resultados para alcanzar el bienestar de la sociedad y su desarrollo económico.
Cualquier reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que se impulse ahora, será de forma y servirá solo para maquillar los procesos electorales, pero no llegará al fondo de la problemática ni cambiará el sistema electoral diseñado desde hace mucho tiempo. Sistema que, a los dueños del poder, le funciona a la perfección. Incluso han innovado la forma de cometer el fraude electoral, utilizando la tecnología. Este ya no se produce en las urnas ni manipulando las boletas, lo hacen frente a las computadoras, en el envío de los votos de las mesas, desde todos los rincones del país y en el centro de recepción cambian los datos. Tampoco se puede impugnar ninguna anomalía porque no existe forma de conocer cómo llegaron los datos, a pesar que según la ley, los partidos tienen 24 horas para señalar cualquier anomalía. El problema es que la ley no va en consonancia de los avances tecnológicos, ni la revolución de las comunicaciones.

Fotografía de Fernando Chuy
Por el momento, se tiene bien aceitada la maquinaria electoral, perfeccionando su funcionamiento. Como una lotería política, han surgido una cantidad de partidos políticos, con igual cantidad de candidatos, la mayoría miembros de los sectores más conservadores del país. Son representantes de las sectas religiosas fundamentalistas fanáticas, de los partidos tradicionales de derecha y personajes que tienen un pasado cuestionable, pretendiendo mantener el país dentro del oscurantismo y subdesarrollo.
Algunos candidatos fueron representantes políticos de los sectores que impulsaron la Contrainsurgencia y cometieron Crímenes de Lesa Humanidad, Genocidio y las más grandes violaciones a los Derechos Humanos. Estos no tienen dentro de sus programas de gobierno, las más elementales políticas para el desarrollo del país, como la salud, educación, trabajo, infraestructura, vivienda y otras. Tampoco el combate a la corrupción, el Crimen Organizado, la narcoactividad, las pandillas, las tratas; es más, son sus representantes. Tampoco consideran la protección del medio ambiente que, en los últimos años, amenaza el entorno guatemalteco.
La población cada vez cree menos en el sistema electoral, su funcionamiento y sus resultados. Los presidentes son electos por un porcentaje menor al de los empadronados, el ausentismo, el voto de castigo y el voto nulo domina el panorama. Algunos trucos de imagen aún se utilizan y les da algunos resultados, pero los candidatos deben regalar de todo y ofrecer de todo para conquistar el voto. Cada vez se demuestra que el sistema electoral ha colapsado, al igual que el sistema político que gobierna Guatemala.