Con preocupación vemos las medidas que están siendo tomadas en Europa con la llegada de la “segunda ola” del virus. ¿Qué justificación hay para sacar por la fuerza del metro de París a quien no usa mascarilla? Es indignante ver cómo en la cuna de la libertad, hoy suceden estos atropellos, policías antimotines literalmente cargando y lanzando afuera del tren a estos individuos y luego sometiéndolos con extrema dureza ¿Es realmente necesario el uso de la fuerza?

Fotografía de Danilo Ramírez

Y lo peor es que el ejemplo ya tiene salivando acá a las autoridades, el regreso del estado de calamidad ya ronda entre las ideas del gobernante y su equipo.

Por otro lado, vemos que los países que “decidieron no hacer nada” no están sufriendo la segunda ola. Para ellos la “primera ola” ya generó los contagios para iniciar la ruta hacia “la inmunidad del rebaño”. Esa política de restricciones no ha dado resultado, y la canciller alemana expone como su política central “no darse por vencida” ante el avance del virus. ¿A qué costo? En Alemania se anunció el “cierre ligero”, es decir no un cierre draconiano como el de abril. Sin embargo, el apoyo a las empresas afectadas fue inmediato, es decir la economía alemana va a sufrir muy poco.

En cambio, acá en Guatemala somos testigos que el programa de apoyo al desempleado se dio abruptamente por terminado a los pocos días de iniciar la apertura. Ni que los empleos hubieran vuelto a la par del decreto de apertura. Y apenas hace unos días fuimos informados del tercer y último pago del “bono familia”, el cual será de míseros 250 quetzales, y no incluye a 250 mil hogares sin electricidad, es decir los más pobres. ¿Con este apoyo del Estado, qué nos espera?

Lo he dicho un millón de veces durante esta pandemia: “Desde antes que el hombre fuera hommo sapiens los virus dominan su cuerpo, ha sido literalmente la batalla del millón de años, y el hombre no ha vencido jamás a ningún virus”.

Así que solo nos queda la ruta de la “inmunidad del rebaño”, a un costo humano muy alto, muchas lágrimas y mucho sufrimiento. Mientras no aceptemos este inevitable resultado lo que estamos logrando es una agonía interminable. La incertidumbre del futuro. Es precisamente esta incertidumbre la que está provocando conductas en ambos extremos del espectro humano. Los jóvenes que se consideran invencibles ya están presumiendo en sus redes sociales de las fiestas abiertamente, sin mascarilla y sin distanciamiento. Y por el otro lado los viejos paranoicos guardados en sus casas, con más miedo que ganas de vivir.

El uso de estados de excepción por períodos tan largos como el que nos tocó vivir, es peligroso en términos de derechos humanos

Termino con la pregunta: ¿Ante esta crisis sanitaria hasta qué punto y de qué forma estamos dispuestos a vernos limitados de nuestros derechos?