SIN TAPUJOS

Después de un descanso por la Semana Santa, regreso a compartir mis acostumbrados artículos semanales.

Una República es una forma de gobierno y organización del Estado, en la que el poder público es ejercido por representantes del pueblo, ajustados a un cuerpo de leyes fundamentales instituidas para todos, y en el marco de una separación de los poderes públicos. Sin embargo, lo que hoy se entiende por república diferencia del uso antiguo, y generalmente se refiere al imperio de la ley y la separación de los poderes públicos. En ese sentido, la existencia de la república es contraria a la apropiación del poder político por parte de una sola persona, como ocurre en las autocracias (dictaduras).

Cuando hablamos de república, en la actualidad, nos referimos normalmente a un gobierno sostenido por sus instituciones democráticas, en el que la totalidad de los ciudadanos son iguales ante la ley. El funcionamiento normal de un Estado organizado como gobierno republicano requiere que exista una división de poderes; se necesita, por lo tanto, la armonía de un poder ejecutivo, un poder legislativo y un poder judicial que ejerzan controles mutuos.

El significado del término “gobierno republicano” es importante, primero, revelar el origen etimológico de las dos palabras que le dan forma: “gobierno”: procede del latín, concretamente emana del verbo “gubernare”, y que, a su vez, viene del griego “kybernain”, que es equivalente de “dirigir” o “guiar”.

El significado de “republicano”. Del lat. res ‘cosa’, ‘propiedad’. El vocablo “publica”, que puede traducirse como “del pueblo”.

Se llama gobierno al órgano encargado de la administración de un Estado, dirigido por el presidente junto a los ministros, secretarios, etc. El gobierno se asocia al poder ejecutivo.

 

¿QUÉ ES UN GOBIERNO REPUBLICANO?

Un gobierno republicano, por lo tanto, es una forma de organizar y administrar el Estado basada en los principios de la república. La igualdad ante la ley, la aplicación imparcial de justicia y la búsqueda del bien común son algunos de estos preceptos.

En un gobierno republicano, el poder recae en los ciudadanos, quienes lo ejercen a través de sus representantes (los gobernantes que eligen). Esto quiere decir que las personas delegan el ejercicio del poder, sin que los gobernantes sean los “dueños” del Estado. Las cuestiones estatales, de este modo, constituyen un asunto público y no un asunto privado de las autoridades.

Por lo antes indicado nos damos cuenta que lo que menos existe en nuestro sistema es una forma de gobierno republicano, porque los gobernantes abusan del cargo que ejercen y no respetan la independencia de los tres poderes del Estado.

No podemos decir que en Guatemala exista un gobierno republicano, cuando reparamos que el jefe del Ejecutivo por lo regular interfiere para su conveniencia en los otros dos poderes (legislativo y judicial), y al final de cuentas se hace lo que él dispone, por supuesto no dando órdenes, sino comprando voluntades, porque la corrupción ha carcomido a toda la administración pública.

Da coraje escuchar que nos comparen con Nicaragua y Venezuela, porque las dictaduras que hay en esos países son abiertas, descaradas y aberrantes, en cambio aquí estamos viviendo una opresión disimulada en la que están cooptados los tres poderes del Estado, el Ministerio Público, la Corte de Constitucionalidad, el Tribunal Supremo Electoral, la Contraloría General de Cuentas, y otras instituciones, solo faltan el Procurador de los Derechos Humanos y la Universidad de San Carlos, quienes no están lejos de cerrar el círculo para que el Pacto de Corruptos tenga el control absoluto del Estado, y parecernos a las dictaduras de Nicaragua y Venezuela. El gobernante de forma maliciosa está haciendo lo que se le da la gana, aprovechándose de la inacción del pueblo.