Este 25 de septiembre, el presentador de CNN, Mario González, al entrevistar a Giammattei, quiso conocer su opinión respecto a la presencia de Nicolás Maduro en el evento de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y del Caribe, CELAC. El mandatario guatemalteco en un desplante de soberbia, explicó que no hubiera asistido a la reunión, de saber que Maduro estaría presente. Al ser electo presidente, dijo a periodistas que, rompería vínculos con el gobierno de Maduro y que expulsaría a los diplomáticos venezolanos; que no reconocería la “legitimidad” de Maduro y sí la de Juan Guaidó, a quien considera líder de ese país.

De acuerdo a esa servil posición política, la ruptura diplomática entre países hermanos, no sería por algún conflicto en sus relaciones bilaterales, sino producto de las presiones de Estados Unidos. Tanto directas, como por medio de la Organización de Estados Americanos, OEA, orientadas en aislar a Venezuela, y debilitarla política, diplomática y económicamente, siguiendo las directrices de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, para apoderarse de su petróleo. Algo similar sucedió en 1954 en Guatemala, cuando la OEA en pleno, votó contra el gobierno de Jacobo Árbenz, acusándolo de comunista, para aislarlo y darle golpe de Estado. Parece que la administración de Giammattei, será considerada como un instrumento más de Washington en la región.

Joe Biden, continua la política brutal de Donal Trump en América Latina. Aplicando sanciones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde se evidencia el nefasto papel de la OEA con acciones intervencionistas favorables a Washington y perjudiciales para Latinoamérica. La OEA, encabeza una lista de golpes de Estado en América Latina, con la abierta complicidad de su secretario Luis Almagro. En 2018, Intentó aplicar la llamada “carta democrática” a Nicaragua, ello en respuesta ante la revelación de documentos en EE.UU., que lo acusan en el violento intento de golpe militar. La víspera de elecciones, se ha montado una campaña de desprestigio contra Daniel Ortega, sobredimensionando errores y mentiras inventadas, sin considerar siquiera las grandes conquistas logradas por el régimen revolucionario. Ortega sigue siendo el favorito ante el electorado nicaragüense, satisfecho por las políticas y demandas sociales en beneficio de la población.

Como ejemplo de relaciones exteriores, de cooperación y colaboración, están los nuevos convenios de integración que se están gestando en la región. En la Cumbre de presidentes creando la CELAC, México 2010, se fijó como objetivo, profundizar la integración, en un marco de “solidaridad, cooperación, complementariedad y concertación política” de los países latinoamericanos y caribeños. En 2011, manifestaron: “la liberación de los países latinoamericanos de la tutela tradicional de Estados Unidos y Europa, posibilitando el avance en la integración de los pueblos, la resolución de sus conflictos, así como la promoción del desarrollo económico”.

En la Habana 2014, defendieron la integración: “como concepto estratégico para el futuro de la región, así como la soberanía de los países latinoamericanos y caribeños sobre sus territorios y recursos naturales”. Declararon a América Latina “como zona de paz”.  Esta cumbre fue motivada por la reiterada injerencia de EE.UU., para desestabilizar a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y Cuba. Se propuso recuperar el control económico, político, social y militar de esos Estados, que se le han ido de las manos y que edifican su propio destino, con una nueva visión de integración y con objetivos de solidaridad definidos. En septiembre de 2021, en la Cumbre de México, se discutió en torno al nefasto rol jugado por la OEA, sugiriendo la necesidad de reemplazarla por una institución que represente los intereses del continente, y no en torno a la hegemonía de EE.UU.

Dentro de algunos de los principios de las relaciones internacionales se recurre a: “La libre determinación de los pueblos”; “el derecho soberano de cada Nación de construir y mantener libremente su sistema socio-económico y sistema político que ellos mismos elijan”; “la no injerencia y la no intervención en los asuntos internos de otros países”. Principios que son de una sola vía, porque se les exige a los países subdesarrollados su cumplimiento y en la entrega de sus recursos al imperio, pero no se asumen desde EE.UU., y sus órganos subordinados como la OEA, que avala cualquier aventura política norteamericana contra los pueblos de “Nuestra América”.