Hay un programa cómico mexicano llamado “La familia peluche” en donde la exageración, la vacuidad, los enredos de palabras y los conflictos son la tónica. En Guatemala la palabra peluche se usa como sustituta de pelex o pelar, que significa descansar o estar sin hacer nada.

Estar de peluche es sinónimo de haraganería, desidia, despreocupación, por ejemplo, cuando un funcionario llega a un puesto solo a pasear, a recibir un sueldo sin trabajar como es el caso de las plazas fantasma. Los diputados son otro caso, pues se la pasan de peluche todo el año y solo trabajan cuando les pagan cuantiosas comisiones en sobres bajo la mesa, en tanto, hay cientos de proyectos de ley engavetados. La Ley de Aguas, el nombramiento de magistrados o la aprobación de una nueva Ley de Pesca, duermen en una gaveta por la desidia de los funcionarios o servidores públicos.

Fotografía de Danilo de Jesús Ramírez

De peluche se mantienen en el Ministerio Público, cambiando fiscales cada mes, rotando fiscalías en donde los casos andan del tingo al tango sin que los interesados puedan ver avances. Así se mantienen en los juzgados, donde los jueces cancelan audiencias porque al juez o cualquiera de las partes presentan alguna excusa sin sentido.

La enorme carga financiera que representan esos empleados que no trabajan, que roban hasta los lapiceros de las instituciones, esos maestros que llegan una vez por semana a la escuela, los que trabajan en secretarías, direcciones y extensiones de los ministerios, esos que no producen nada, pero gastan lo que todos pagamos en impuestos, son la peor lacra de la sociedad. Aunque no tanto como el mismo Presidente de la República. Aquel que prometió el oro y el moro; el que se dejó llevar por las bajas pasiones; ese no tiene perdón, ni en la tierra ni en el más allá.

El país es un chiste, un muñeco de peluche con el que se juega, se le golpea, se le abusa, se le despoja y se le lanza a la basura. La diáspora comenzó hace mucho tiempo, pero se agudizó por los malos gobiernos, los malos guatemaltecos.

Fotografía de Danilo de Jesús Ramírez

Lo más triste es que no todas las personas desean estar de pelex, es decir, desocupados, sin trabajo, sin poder emprender. En cambio, a diario cierran negocios de todo tipo, tiendas de barrio, librerías, tortillerías. Las extorsiones, los asaltos a los camiones distribuidores, los robos de celulares en los parques, las paradas y cualquier calle en la zona que nombren, es escenario constante de los atracos. En tanto, la policía, el ministerio de Gobernación, de la Defensa y demás encargados del orden, son incapaces de acabar con el constante incremento de robos en viviendas, empresas y fincas.

Por su parte, el Organismo Judicial está más interesado en perseguir a los operadores de justicia que persiguieron la corrupción, que en perseguir a los criminales. Para colmo, la carrera electoral se ha caracterizado por un incremento de la violencia por rivalidades entre los postulantes a cargos de elección popular. El año se ve negro en materia de seguridad, con el agravante de una crisis económica debida a la inflación que vendrá acompañada del desempleo y más desnutrición.

¿Podremos los guatemaltecos remontar el año 2023 y conseguir por medio de las urnas un cambio de rumbo? Seguramente, solo con un nuevo gobierno dispuesto a rifarse el físico en contra de la corrupción se podría lograr.

El cartón de lotería está casi lleno. Abundan las viejas caras. Candidatos que fueron cayendo en las casillas al azar. Los que se metieron de colados en las últimas casillas libres o los que escogieron partido al “tin marín”. Con un Tribunal Supremo Electoral de peluche, que debe obediencia a la Corte de Constitucionalidad, que a su vez responde al Olimpo, ¿Qué podemos esperar de los candidatos que inscriban?

Tendremos en los listados para las alcaldías, las diputaciones y los binomios presidenciales a la crema y nata de las organizaciones criminales, pese al artículo que indica como requisito para ser candidato, la reconocida honorabilidad y bla, bla, bla.

Que el 2023 nos agarre confesados y que el 14 a las 14 del 2024 tengamos alguna esperanza, y no la premonición de más desastre nacional.