Se sienten vientos fuertes, una temperatura -inusualmente- fría y el ambiente enrarecido por nubes grises que dejan caer lluvia amarga sobre la faz de la tierra; y no estoy hablando del clima en Guatemala.

Las guerras que se gestan en varios puntos del globo terráqueo son el aporte que como humanidad hemos dejado desde el inicio de los tiempos. Nos vanagloriamos de ganar batallas, hacer daño a los semejantes, matar casi por placer, porque para eso son las armas.

Ucrania. Fotografía de Esteban Biba.

Obtener, afianzar y mantener el poder es el objetivo de todo enfrentamiento que puede ser armado o por otros medios como el derecho penal del enemigo y la manipulación mediática que persigue el desprestigio o condena social.

Vientos muy fuertes nos golpean, desde Alaska a la Patagonia; toda Eurasia y África convulsionadas. Las potencias se espían, se mandan globitos para husmear, protegerse o atacar a otros seres iguales, tan solo separados por líneas imaginarias que protegen “soberanías” a manera de feudos utilizados para dominar grandes rebaños. Todo se pudre. Huele a muerte. Suenan llantos y lamentos por los amigos, familiares o vecinos masacrados, encarcelados, exiliados o refugiados que huyen del desastre causado por la avaricia. A ese paso, la plaga humana terminará extinta.

De ajuste, el planeta tiembla y se parte. Ocurren inundaciones, deslaves, erupciones y los temibles terremotos sin incluir la amenaza de otra pandemia o que nos caiga un meteorito. Al parecer estamos empeñados en acabarnos mutuamente antes que hacer un alto y reflexionar. Algunos líderes comienzan a dar indicios de cordura, pero las fuerzas del mal siempre están hablando al oído de la contraparte para que nunca se acabe la guerra, porque entonces se acaba el negocio.

Y nosotros los chapines ¿Qué?

Pues, aquí estamos tranquilos esperando que los mayores corruptos y corruptores del país decidan a qué títere pondrán para seguir con el saqueo mientras el pueblo trabajador tributa lo que no tiene para mantener los estómagos de los funcionarios y sus secuaces.

Vergüenza es poco decir, para lo que ocurre con las nominaciones de expresidentes canallas, ladrones y totalmente inútiles, que hicieron gobierno y fracasaron. Da pena que los retoños de semejantes lacras se postulen sin tener credenciales ni para cursar un diplomado universitario.

Los vientos no se irán por el momento, al contrario, arremeterán con más furia. Los soberanos creen tener la sartén por el mango, pero sabemos que el poder es efímero, como lo es la riqueza y la felicidad. Los millones mal habidos no les servirán para limpiar su nombre. Podrán usar las caletas para comprar algunas voluntades como regalar bolsitas de alimentos que duran un día, poner vallas gigantes que obstruyen el paisaje, comprar las primeras casillas de los listados y aun así, la mayoría de ellos no logrará su objetivo de obtener inmunidad, impunidad y más riqueza. Su bajo intelecto se evidencia en la creencia de que los electores son igualmente tontos. Se hacen las víctimas; juran en nombre de Dios y de sus progenitores; renuncian a ser pastores de los descarriados, porque escasean los diezmos debido a la voraz competencia y la falta de fieles dispuestos a ser desplumados. Mejor ser político y robarle a todo el pueblo que tener que andar predicando a cambio de limosnas, dirán.

Todo lo que dicen se siente falso, sobreactuado, como en una película de bajo presupuesto con actores sacados de un tropel hambriento. No podemos decir que hemos tocado fondo porque el fondo se rompió hace rato y continuamos cayendo más abajo por el abismo de la corrupción, el nepotismo, la guerra ideológica. Nos hemos deshumanizado a tal punto que, desandar ese camino puede tomarnos décadas.

El pesimismo también tocó fondo y pasó de largo. Es por eso por lo que todos se están yendo. Las próximas generaciones deambularán por el mundo tratando de encontrar mejores aires, sin embargo, ningún lugar es seguro para resguardarse de la hecatombe que viene anunciada hasta en las series y los videojuegos que inocentemente nos entretienen. Si el mundo entero entra en guerra, ¿Quo vadis?