Giammattei empezó su administración con poca legitimidad y sin una base social sólida. En las elecciones, obtuvo una victoria pírrica, porque el 76% del electorado no le dio su voto.  Se planteaba que debía realizar una férrea labor, para ganar a la población con sus acertadas políticas públicas, al dar respuesta positiva a sus demandas. Fue todo lo contrario, de inmediato se presentaron los problemas en su gabinete, porque algunos de los funcionarios nombrados no dieron la talla y empezó un declive y desgaste político, con escándalos administrativos, de corrupción e incluso personales.

A solo siete meses de su gestión, ya se habían producido 23 cambios de ministros y viceministros de los más importantes. Las políticas públicas, los planes, programas y proyectos, se estancaron y no arrancaron en beneficio de la sociedad, pero también se produjo una gran improvisación en la conducción del gobierno. Eso fue síntoma de la escasa planificación, porque no se contó con un equipo de trabajo definido, adecuado y especializado. En el ministerio de Salud, fue donde se produjeron la mayor cantidad de cambios, por el mal manejo de la pandemia y la deficiente capacidad de ejecución presupuestaria. A un ex ministro se le encomendó la construcción de siete hospitales, para lo cual se destinaron Q2 mil millones, pero nada, no se conocen los hospitales ni el destino de los fondos, como ya es recurrente en este Gobierno.

En las áreas rurales, fue donde se produjo la mayor debilidad del mandatario, porque la mayoría de votos se produjo en la ciudad. No contó con el apoyo político de los campesinos pobres, ni de los pueblos originarios. La ausencia del Gobierno, se manifiesta en los lugares más alejados, con las mayores carencias sociales, como el desempleo, hambruna, desnutrición, falta de salud, malas condiciones de vivienda, falta de electricidad y agua potable, así como la pobreza que campea en varios departamentos, pero principalmente Alta Verapaz.

Tres millones de guatemaltecos, se han sumado a la pobreza, y el 23% se encuentran en extrema pobreza. Esos son los resultados del modelo económico, impuesto por la cúpula dominante que apoya al Gobierno, que es la causa de la crisis social que sufren los guatemaltecos y que provocan la migración masiva.

Fotografía de Carlos Sebastián

La forma autoritaria con que acciona Giammattei y sus aliados, en el Organismo Legislativo, el Ministerio Público y la Corte Suprema de Justicia, constituyen la alianza oficialista, que han tomado el Estado para entregarlo a la oligarquía y el crimen organizado. Esta alianza, ha demostrado trabajar para estos sectores, que imponen su agenda política y a ellos responde el Gobierno, cuyas acciones son ajenas a las necesidades sociales.

La corrupción ha estado en el centro de la política gubernamental, donde destaca el encubrimiento presidencial. Varios funcionarios aparecen en la lista Engel, publicada por el Gobierno estadounidense y forman parte de la estructura mafiosa que rodea al mandatario. Giammattei prometió combatir la “maldita y asquerosa corrupción”.  La situación se agrava cuando el presidente asume el vergonzoso rol de protector de corruptos, incrustados dentro de su círculo interno y abiertamente sanciona a quienes intentan hacer lo correcto, demostrando no contar con coherencia, entereza y madurez política.

El Estado de Prevención, es un recurso político y autoritario, al que recurre de nuevo el mandatario, para poder gobernar por la fuerza, lo que demuestra haberse convertido en un gobierno débil, al perder legitimidad y gobernabilidad, pero sobre todo, autoridad política. Se impone sobre la sociedad, mezclando el tema sanitario, con el tema de la seguridad nacional, dándole más autoridad política al ejército. Este es un recurso utilizado por las dictaduras y gobiernos autoritarios, de sobra conocidos en Guatemala, para enfrentar las crecientes protestas, neutralizando los más elementales derechos ciudadanos.

La pandemia se enfrenta con negligencia, corrupción y menosprecio, no propio de estadistas y funcionarios preocupados por el bienestar de la sociedad. Resaltan los negocios oscuros y estafas, en la obtención de las vacunas, que se están aplicando con las donaciones de los países amigos.  Otras políticas públicas de primer orden, han pasado a un segundo o tercer plano. El gobierno conscientemente le da prioridad a los negocios de sus allegados que no aportan nada en la solución de la actual crisis nacional.  Se aprobará la Ley de Libertad de Religión y Creencia, de Culto y de Conciencia, para que algunas iglesias sigan lavando dinero, con impunidad legalizada, como es de sobra conocido. Mientras tanto, el malestar es generalizado y la sociedad ve con descontento a su Gobierno, viendo con desconsuelo que a éste le hace falta mucho tiempo para concluir su mandato. Mientras tanto la población se pregunta: ¿Cuándo renunciará? También, piensa, ¿Quién lo quitará por incapaz?