Se pueden hacer mil y una conjeturas sobre lo que pasará en las próximas elecciones, pero, ciertamente, ni con una bola de cristal se hubiera podido predecir el desconcierto que genera la politiquería local.

Massiel Carrillo, presentadora de televisión y candidata a diputada por el partido PAN.
Dejando de lado a los candidatos faranduleros, influenciadores o estafadores mediáticos que solo distraen de lo verdaderamente importante, lo que no debemos perder de vista es la polarización generada por el desbarajuste que hay en el Tribunal Supremo Electoral (TSE). La entidad que fue un ejemplo de buen manejo y rectitud hoy enfrenta desafíos que son insalvables por la incapacidad de sus autoridades para navegar entre las presiones de los poderes autoritarios que están alineados hacia fines específicos. Los intereses son de tantísimos millones, que es casi imposible caer en la tentación. De esa cuenta todo el proceso está podrido.
El producto de esa incapacidad y sometimiento causa estragos en la economía. Muchos apenas comienzan a sentirlo en sus bolsillos. Aunque las remesas mantienen en sus puestos a los corruptos, también se siente un ambiente de hastío, con excepción de ciertas élites, entre ellas la de los políticos que se regodean en yates, hacen viajes de placer en vuelos privados y compran entradas carísimas a los estadios europeos, mientras el resto de los ciudadanos cae en la miseria con una celeridad que espanta.
De allí el desbalance de la propuesta electoral, porque mientras las élites se organizan en pequeños partidos familiares para ir sobreviviendo de la venta de plazas, la fragmentación del segmento ideológico conservador -con tintes de fanatismo bélico religioso-, posiblemente los hará unirse en bloque para una segunda vuelta electoral con la propuesta que más se acerque al propósito de mantener algunas cuotas de poder como aliados del próximo gobierno.
Por la otra parte, el grupo de partidos conformados como bloque opositor al de los partidos oficialistas en el Congreso, son una minoría parlamentaria que, sin embargo, es apoyada por un considerable número de campesinos, indígenas, migrantes y buena parte de la clase trabajadora que padece las consecuencias de un gobierno ineficiente. Es decir que, la participación política de una población mayor está pobremente representada por lo que, a la vista de una segunda vuelta, su voto podría volcarse hacia una candidatura -aunque populista- con tendencias más progresistas o que tengan una visión de gobierno benefactor.

Fotografía de Jeff Abbott
Sin ser adivina, es lógico pensar que las propuestas femeninas de Zury, Sandra y Thelma, son las que tienen características especiales para entrar en una segunda vuelta, seguidas de cerca por Edmund Mulet y algún candidato que surja como una opción conciliadora entre la oposición. Para el caso de varios partidos nuevos y los que son propiedad de los clanes familiares más desprestigiados, el destino les depara la cancelación. Posiblemente se reagruparán y volverán a intentarlo varias veces.
La segunda vuelta será una medición de peso entre los partidos que vendieron su voto en el Congreso, se aliaron con el gobierno de Giammattei, recibieron dinero del narcotráfico, tienen candidatos con procesos de extradición y señalados de diversos crímenes o son exfuncionarios que buscan inmunidad, en cuyo caso, la estrategia les serviría de poco si no logran colocar en la presidencia a un protector, previamente apalabrado y aceitado que les permita evadir cualquier persecución.
De llegar a segunda vuelta un opositor al régimen o un candidato con algo de independencia para actuar en favor de las mayorías, sus posibilidades de recibir apoyo de los sectores populares se acrecientan. En ese caso, una alianza no declarada podría favorecer a cualquiera de binomios que representen a la oposición, sin que eso signifique que en verdad lo sean. Se prevé que el apoyo a los diputados opositores se incremente debido al rechazo que la actual legislatura genera.
En conclusión, lo que se vislumbra es un Congreso polarizado pero con menor desbalance que el actual, dado que los personajes propuestos para algunas diputaciones caen en el ridículo o son la parentela de los corruptos que se han tenido que refugiar en partidos de poca monta. Un poco de cordura en el votante los dejaría fuera. La presidencia se disputará entre pares, es decir, entre iguales; o bien, entre dos fuerzas contrarias, en cuyo caso la batalla será encarnizada.