Vivir no es otra cosa que arder en preguntas.

Antonin Artaud

Fotografía de Alejo Evans

La humanidad ha pasado por diferentes eventos que han provocado cambios drásticos durante la historia, tales como las guerras mundiales, terremotos y conflictos que se viven a lo interno de algunos países.  La pandemia denominada Covid-19 es un evento generador de cambio más en nuestra historia, una coyuntura que cada país afronta con diferentes estrategias. Hablar de los efectos que ha causado dicha pandemia en la educación es fundamental, puesto que los estudiantes deben evaluar las problemáticas propias de su desarrollo como profesionales, por ello,  a continuación busco señalar las debilidades existentes en el manejo de la tecnología para el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Analizar y contextualizar la realidad nacional es importante para poder generar una crítica constructiva. Se debe empezar evidenciando la poca inversión que el Estado de Guatemala hace en Educación; inversión que, según (Aguilar, 2020), el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) señala que no superó el 3% en relación con el Producto Interno Bruto (PIB) durante el año 2019, siendo esta, la inversión más baja en la materia de toda Centroamérica y, desobedeciendo la sugerencia de organismos internacionales que proponen dicha inversión esté por arriba del 6%.

En cuanto a la educación universitaria, el panorama no es distinto pues atendiendo a la Constitución Política de la República de Guatemala, específicamente  al Artículo 84, dónde se establece que a la Universidad de San Carlos de Guatemala le corresponde una asignación privativa no menor del cinco por ciento (5%) del Presupuesto General de Ingresos Ordinarios del Estado el cual, según opinión del autor, debería aumentar tomando en cuenta el aumento de la población estudiantil y las falencias en relación a infraestructura, tecnología, capacitación y salarios dignos para docentes, personal administrativo y operativo. En lugar de ello, cada vez está asignación presupuestal corre el riesgo de disminuir debido a la falta de interés de autoridades y dirigentes estudiantiles que han cooptado espacios de toma de decisión en nombre del clientelismo político y la rancia estructura de corrupción.

un sistema de educación bancaria que margina a seres con potencial, utilizando metodologías repetitivas y cuadradas donde la educación es una mera transacción

En lo referente a estrategias pedagógicas y didácticas de las clases universitarias, podemos evidenciar descontextualización, rigidez y autoritarismo. En resumen, un sistema de educación bancaria que margina a seres con potencial, utilizando metodologías repetitivas y cuadradas donde la educación es una mera transacción, creando así un círculo vicioso de ineficiencia, que no se limita a afectar la educación pública sino también a la privada.

Por lo anterior, se percibe a los salones universitarios como una réplica a escala de las limitaciones de la sociedad, es decir, un espacio opresivo, tenso, machista, discriminador y corrupto, en el cual no se podrá avanzar sino haciendo cambios radicales, formando criterio, fomentando el desarrollo de la consciencia social de los estudiantes e impulsando reformas estructurales en el sistema educativo. Para entrar en materia es necesario mencionar lo anterior y hacer énfasis en que las nuevas condiciones impuestas por el covid-19 no son sino un reflejo y un agravante de las condiciones preexistentes.

Entre los agravantes que experimenta la realidad, está la poca voluntad y/o capacidad de los docentes para la utilización de plataformas virtuales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, lo cual se profundiza cuando no existe presupuesto para la capacitación del mismo en esta rama. Pero no es diferente en el caso de los estudiantes, según (Celedón, 2020), existe la idea equivocada de qué son una generación “nativa digital”, pero que en realidad son “nativos de redes sociales”, es decir, que aunque saben manejar cualquier red social y que interactúan hábilmente en ella, no son capaces de utilizar plataformas de clase digital.

Otra de las circunstancias que identifico desde mi posición de estudiante, es la carencia de técnicas andragógicas y vocación de parte de los docentes universitarios; lo que, tomando en cuenta el precario acceso que se tiene en la Costa Sur guatemalteca y más aún en tiempos de pandemia a bibliotecas físicas con fuentes confiables, condena al estudiante a la autoformación. No es que esté mal ser autodidacta, pero entonces, ¿Qué sentido tiene invertir en educación universitaria si cualquier cosa se puede googlear? Esto se profundiza a raíz de la cuarentena decretada por el COVID-19 que hace la interacción docente y estudiante sea más difícil y la autoformación deja de ser la excepción para convertirse en la regla, dejando al estudiante a la deriva sin ningún acompañamiento docente.

donde la más leve llovizna o viento, significa la suspensión de la energía eléctrica y el cese de las repetidoras de telefonía móvil, asistir a clases representa una verdadera odisea.

Cristian Celedón aborda el mito de la alta conectividad a internet, ya cómo esta situación evidenció que la mayoría de personas se conecta a través de los datos de su celular, lo cual aumenta la brecha de acceso a la educación, sobre todo cuando estamos frente a un panorama digital y no presencial. No se puede tener una clase online a través de un celular con datos que se acaban en una hora. Este panorama no mejora para aquellos que tienen conexión WIFI,  debido a la nula, pobre y/o ineficiente planificación de la instalación de estos servicios, para aquellos que viven en ciertas regiones, por ejemplo la boca costa de Sololá, incluida mi comunidad (Samayac), donde la más leve llovizna o viento, significa la suspensión de la energía eléctrica y el cese de las repetidoras de telefonía móvil, asistir a clases representa una verdadera odisea.

Entonces, el gran desafío ante el COVID-19, es hacer efectivos los objetivos de desarrollo sostenible, especialmente los referentes a la educación de calidad y la reducción de las desigualdades. También es importante recordar que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha declarado el acceso a internet como un derecho humano, el cual es definido por (Miranda Bonilla, 2016),  como un derecho social que debe ser satisfecho con prestaciones públicas al igual que la salud, la previsión social y, por supuesto, la educación. Estos desafíos deben de ser asumidos por el Estado a través de políticas públicas que garanticen la sostenibilidad del cumplimiento de esos derechos. La oportunidad de los estudiantes, entonces, es aprovechar la coyuntura y las situaciones evidenciadas con anterioridad para hacer incidencia política, exigiendo la formulación de dichas políticas y asignación de presupuesto a su implementación.

Para concluir, es necesario reconocer la apertura al cambio que han tenido muchos docentes comprometidos, haciendo coincidir dos formatos distintos y como lo menciona (Celedón, 2020), procesos lógicos y mentales diferentes para acompañar de forma efectiva, consciente y consecuente la formación del estudiante y, por supuesto, celebrar el esfuerzo de aquellos estudiantes que a pesar de las adversidades del contexto y del sistema, siguen luchando por ser profesionales críticos y cuestionadores del sistema, pues como dijo Artaud, el dramaturgo francés, “Vivir no es otra cosa que arder en preguntas”.

 

Referencias bibliográficas

Aguilar, D. (17 de enero de 2020). Guatemala, el país de más baja inversión en educación. La Hora.

Celedón, C. (2020). Una clase por zoom no es una formación online. TimeLine.

Miranda Bonilla, H. (2016). Acceso a internet como derecho fundamental. Revista jurídica IUS Doctrina.