El narcotráfico maneja muchos recursos para mantener estructuras ilícitas y proteger todas las actividades relacionadas con la producción, almacenamiento, traslado y comercialización de drogas, además de la «seguridad» para quienes se aprovechan de estas actividades. Es un comercio íntimamente asociado con la violencia y con un sinnúmero de elementos políticos y financieros. Este negocio solo es posible por medio de amenazas, extorsiones, secuestros y homicidios por ajustes de cuentas o control de territorios.

El narcotráfico se ha organizado como si fuera una serie de empresas legales, en las cuales cada uno de sus integrantes cumple funciones determinadas con eficiencia. Se trata de estructuras criminales con objetivos definidos con precisión. Todos sus miembros deben ser inescrupulosos, tanto para sobornar a funcionarios y agentes de las fuerzas de seguridad para que la droga ingrese en el país, como para eliminar a quienes obstaculicen su camino de perversión. A su alrededor hay bandas dedicadas a labores de espionaje y conocimiento de los escenarios en los cuales deberán actuar.

La seguridad es vital para garantizar el éxito de las operaciones del narcotráfico. Se recurre a otras actividades para encubrirlo, como la prostitución en las áreas urbanas y el robo de ganado en las zonas rurales. Además, se ha ampliado el mercado de distribución con lanchas tiburoneras y avionetas que no pueden ser detectadas ante la inexistencia de controles aéreos y marítimos.

El narcotráfico también ha penetrado el sistema bancario. Si no queremos que nuestro dinero sea administrado por personas vinculadas con esta empresa criminal, tenemos derecho a reclamar que nuestros recursos no se mezclen con moneda manchada con sangre, corrupción y sufrimiento.