
Mirador Diéguez Olaverri, Huehuetenango. Fotografía de GTK1X
Cuando esté muy viejo solo quiero recordar los juegos de pequeño, los días de verano en familia, las noches de Flores en compañía con la luna, los suspiros, las risas y la buena fortuna. Quiero recordar sin dificultad las caminatas en Tikal, el sonido del oleaje del mar.
Quiero recordar la vez primera que me picó una avispa, esa chica que me provocó miles de sonrisas, los amigos que conocí para no olvidar y con los que aprendí a bailar.Quiero tener en cuenta los cuentos de papá, las noches que dejó de contarlos y los días que empecé a replicarlos; sus consejos, atenciones y regaños.
Cuando esté muy viejo quiero recordar aquél amor, que fue pero no siguió, que apareció como ladrón y se robó algunos meses en depresión; donde hubo dolor, hubo distancia y no sobró rencor.
Recordar momentos de angustia como en el volcán de Acatenango, perdidos con mi hermano, con el paisaje nublado, pero no más nublado que mis ojos al recordar a mi madre, su cariño, comprensión y amor.
Quiero tener en mente aquella pasión que me llevó a donde estoy, los días fuertes, las noches largas y sus palabras quietas que combinaban con café; el aroma de su piel, pero también del café, sus ojos, sus ojos color café.
No quiero olvidar cuando bajé con aquella amiga el Gran Cañón, sus palabras suaves directas de su corazón, las tardes lluviosas en las que el vino tinto me acompañó. Cuando esté muy viejo quiero leer lo que escribí, quiero entender lo que fui, saber si te quedaste aquí y si seguí despierto o me dormí.
Despertar junto a ti, enredarme no en mentiras, sino en tu cabello, en tu amor y caricias infinitas que juegan con cada lunar de mi rostro. Cuando esté muy viejo quiero celebrar y agradecer, por tantos clavos que pasé, por tus llamadas al anochecer, por compartir la vida, las penas y alegrías que junio nos dejó.
Quiero sentarme a meditar, en cada cafetería que tomé, a cada país que viajé, cada juicio que gané.

Volcán Acatenango. Fotografía de Josecillo83