Pasar 20 años en campaña con el sueño de ser presidente, llevaría implícito 20 años de programar un legado impresionante, dejar huella en la historia y marcar un cambio de rumbo de este castigado país. Sin embargo, la realidad fue otra, más que dejar un legado, la consigna parece ser dejarnos sin país.
La pandemia literalmente agarró a todo el mundo con el “calzón abajo”, sin lugar a dudas. La diferencia fue en cómo se percibió la realidad y lo que esto conllevaría en el futuro. Ningún gobierno en el mundo fue exitoso en el manejo de la pandemia, sin embargo, los líderes con visión de estado sí gestionaron una salida pronta y eficaz. Cito 2 connotados empresarios, Donald Trump y Sebastián Piñeira, quienes, acostumbrados a prever el futuro con decisiones rápidas, entendieron inmediatamente la necesidad de reformar sus sistemas de compras y mantener su “máquina de guerra” bien abastecida y motivada. El presidente Trump invocó las leyes de guerra para obligar a fabricantes a producir ventiladores y suministros médicos y acaparó la producción de vacunas, el presidente Piñeira salió a comprar todo lo que pudo antes que nadie en Latinoamérica. El presidente Biden cosechó lo sembrado.
El resultado está a la vista, dos países con filosofía distinta, un negacionista y uno que si creyó en los confinamientos y restricciones. Ambos ya vacunaron a un altísimo porcentaje de sus poblaciones y sus sistemas de salud están robustos. La consecuencia es la vuelta a la normalidad, cosa que en Guatemala se mira aun a años luz de distancia.

Fotografía de Simone Dalmasso
¿QUÉ TUVIMOS QUE HACER?
Mientras se siga empecinado en el control de la población en vez de su bienestar, se seguirán cometiendo los mismos errores, la pandemia ya nos ha cobrado una factura muy alta y miles de personas se hubieran salvado. No se ve la luz al final del túnel.
Desde el año pasado, cuando se tenía la mayoría legislativa incondicional debería de haberse enviado un paquete de reformas a dos leyes clave: La ley de orden público y la ley de compras y contrataciones del Estado.
Debería haberse creado un nuevo estado de excepción, creando el estado de emergencia sanitaria con una base legal con enfoque en los derechos humanos y así poder regular mejor los horarios y limitaciones de movilidad, el semáforo y restricciones sanitarias y las que tuvieran evidencia epidemiológica. Hacer transparente el sistema de adquisiciones, evitando el burdo sistema de compra directa y el abastecimiento y aseguramiento de la red de servicios de salud.
Se debió haber reformado la ley de compras y contrataciones con el fin de asegurar compra ágil, suficiente, transparente, de calidad y lograr economías de escala, creando nuevos mecanismos como la compra internacional directa a proveedores y un renglón especial para la contratación de recursos humanos, obviando el engorroso trámite de contratación de personal actual.
Debió haberse creado la base legal para la planificación de compras en pandemia y dar lineamientos para elaborar planes de adquisiciones por emergencia sanitaria. Planificar compras de salud en tiempos normales, no es lo mismo en circunstancias excepcionales.
Estos cambios legales debieron ser acompañados por un paquete de reforma administrativa en el ministerio de salud para mejorar la regulación y sanción, el monitoreo y vigilancia epidemiológica, las compras y contrataciones y el fortalecimiento de la red de servicios. Acompañado de un cambio para transparentar el proceso de registro sanitario de los insumos y suministros para de forma eficiente y rápida poder abastecer la red de servicios de salud, tanto público como privado.
Sin estos cambios vemos resultados como compra de “pruebas falsas” que aún no se dilucida, jeringuillas sin registro sanitario de la OMS y por supuesto el tan cuestionado contrato de las Sputnik V. Seguido del colapso de los hospitales y rogatorias de ministros con el “corazón arrugado”.
Y en el campo político se tuvo que aprovechar al momento de la negociación del presupuesto de ingresos y egresos de la nación el haber planteado un presupuesto multianual (2021-2024) para la batalla contra el Covid-19, imitando a múltiples países que tienen claro que la pandemia no terminara este año. Un análisis con escenarios planificados según el comportamiento epidemiológico real.
Pero no, no fue así. Al final, el énfasis fue utilizar una ley de 1965 de corte militar y dictatorial con el fin de afianzar el control político y administrativo sobre la población civil.
Era más importante convertirse en dictador que en estadista…